Quién no conoce la historia del Rastro puede creer que hasta el día de hoy jamás se habló de trasladar o eliminar el Rastro. Pero no es cierto.

En “Historia del Rastro” podemos ver que en 1854 ya se habló de un traslado al mercado de la Cebada, muy próximo por cierto, pero esta acción le hubiese quitado para siempre su carácter tan peculiar. El Rastro se quedó en su sitio.

Más tarde, en 1885, con el fin de recuperar la circulación en la Ribera de Curtidores, se proyectó la construcción de un edificio para “alojar” el Rastro cerca de la Ronda de Valencia sin que esta acción se lleve a cabo.

En 1933, se anuncia un nuevo traslado, proyecto que tampoco prosperó.

De 1984 hasta el año 2000, el Ayuntamiento tomó medidas drásticas para disminuir la extensión del Rastro en días festivos. Los puestos que permanecían durante la semana fueron progresivamente eliminados. Los sucesivos alcaldes borraron decididamente el espacio de venta del Rastro. El mercado fue reducido a la mitad. No se permitió la venta de pájaros, se quitaron los puestos de la calle Gasómetro con su venta de maquinaria y bicicletas de segunda mano, así como la venta de coches de ocasión en la Ronda de Toledo. Todos los puestos vacantes seguían sin ofrecerse a sorteo público como estaba previsto. El Rastro, por tener menos puestos y menos mercancía, tenía menos visitantes.

La ordenanza del año 2000, actualmente en vigor, da muy pocos derechos a los vendedores y muchas obligaciones.
A partir de estas fechas, el Ayuntamiento redujo de manera importante la seguridad ciudadana, llegando a garantizar a veces menos de veinte agentes municipales en medio de tanta aglomeración de público. En cuanto a las emergencias sanitarias, no se veía ni un coche Samur y la antigua Casa de Socorro seguía cerrada. Con la inmigración, la venta ilegal invadió las aceras del barrio y sus aledaños. Todo esto no hizo ningún bien al Rastro. El plan destructivo estaba en marcha.

Sin embargo, desde los proyectos fracasados frente a un Rastro todavía vivo y decidido a quedar en su sitio, nadie se atrevió a hablar más de traslado. Hasta el año 2004.

Este año 2004, se lanza en la prensa la gran noticia: el Rastro será trasladado a Mercamadrid para hacer de él un centro más turístico. Esto provocó una revolución: Mercamadrid es poco accesible, no será nunca un centro turístico, el Rastro no quiere moverse, el público tampoco quiere que se mueva. El Ayuntamiento desmiente ante la prensa la noticia. Encarga a una empresa hacer una Propuesta para la mejora del Rastro. Se reúne con las Asociaciones de vendedores, comerciantes, vecinos y ciudadanos interesados para buscar un consenso. El Rastro es un mercado atípico que escapa a todas las normas del marketing. La propuesta es rechazada en muchos puntos y el Ayuntamiento no sabe como salir del callejón.

El Alcalde tiene elaborado un Plan Operativo muy amplio y ambicioso que luego será seguido del Plan de Revitalización del Centro Urbano. Quiere hacer de Madrid una ciudad moderna del siglo XXI. Destruye o remodela lo que pertenece al pasado de la capital porque no aprecia lo “viejo”ni muchas de las costumbres de los ciudadanos. Tiene en la zona del Rastro proyectos urbanísticos para gente acomodada. Varios solares de casas derruidas están esperando. Hay todavía inquilinos modestos y marginados en la zona, su mundo es el Rastro y viven de él, tanto para vender como para comprar. No interesa su presencia en el futuro del Barrio. La visión de futuro del alcalde recuerda con otros criterios la de Ángel Fernández de los Ríos que deseaba barrer el viejo Madrid de la época de Felipe II como lo expone en su obra " El futuro Madrid"

Y aquí está el quid de la cuestión. Los cambios urbanísticos favorecen la especulación de todos los que tienen propiedad en la zona. En contrapartida, los vendedores en gran mayoría no ganarían nada por el cambio, más bien perderían todo. Para apoyarles, queda el público que frecuenta el Rastro y hay esperanza de que imponga su voluntad de conservar el mercado tradicional.